viernes, 25 de abril de 2014

San Pedro de Atacama, el desierto más árido del mundo

Después de un par de días de descanso en Santiago, el viernes cogimos un vuelo hacia Calama, en el norte, donde luego cogimos un bus que tardó una hora y media en llegar a San Pedro de Atacama, en mitad del desierto.

Llegamos ya de noche, pero aún a pesar de la poca luz que iluminaba las cuatro calles de San Pedro, su encanto nos atrapó. Casas bajas de adobe y paja, calles de tierra, montones de agencias de tours entre restaurantes acogedores, y dada la fecha, celebraciones de semana santa. Todo ello apenas alumbrado por unas pocas farolas y un cielo estrellado como nunca habíamos visto.

En San Pedro hay 4 sitios que no puedes dejar de visitar si estás aquí: el Valle de la Luna, las lagunas altiplánicas, la laguna Cejar y los geysers del Tatio. Hay miles de agencias que ofrecen estos tours y hacen descuento si coges el paquete con los cuatro. También puedes alquilar un coche y hacerlos por tu cuenta, pero tiene que ser 4x4 y algunas carreteras están bastante mal y con pocas indicaciones. Así que hicimos los tours 'imperdibles' (como dicen aquí) y añadimos dos más: el salar de Tara (por recomendación de los brasileños que conocimos haciendo dedo en El Calafate) y el tour astronómico.

El primer día, el sábado, dimos un paseo por el pueblo y empezamos a intentar aclimatarnos a la altura. San Pedro está a unos 2.400 metros de altura, pero en los tours se llega hasta 4.800 m. Si no estás aclimatado, lo puedes pasar muy mal, con dolores de cabeza y vómitos. Pero nosotros hicimos caso a las recomendaciones y no nos separamos de nuestra botellita con mate de coca, que es un vasodilatador y ayuda a evitar el mal de altura. Y nos fue muy bien. Por la tarde hicimos el tour del Valle de la Luna, donde visitas una zona desértica con cuevas muy largas y angostas, algunas dunas, las famosas Tres Marías (unas formaciones rocosas que supuestamente asemejan a la virgen) y por último el Valle de la Muerte, y la puesta de sol. El paisaje es impresionante por su inmensidad pero al ser semana santa lamentablemente había demasiada gente.

En el Valle de la Luna, con las Tres Marías
El Valle de La Luna
El Valle de La Luna

Dada nuestra apretada agenda, el sábado por la noche era la única noche que teníamos más libre, porque al día siguiente no madrugábamos demasiado, así que no pudimos resistirnos al ambiente de San Pedro y salimos a cenar a uno de sus acogedores bares. ¡Y la verdad no nos defraudó!

El domingo a las 7 de la mañana salíamos hacia el salar de Tara con un grupo pequeño en un 4x4 y un guía que después tendríamos la suerte de volver a encontrar en otros tours, Enrique. Tras una hora de camino pedregoso paramos a desayunar en mitad del desierto. Hacía frío, unos -5 grados, pero lo aguantamos bastante bien. Ya con fuerzas fuimos a ver las formaciones rocosas que hay en mitad del desierto, entre ellas las llamadas Los Guardianes. Cruzamos el desierto solos, por el altiplano de los Andes, sin carretera marcada, sin nada. Solo nosotros en la inmensidad del desierto y los Andes de telón de fondo. Fue toda una experiencia que te recuerda lo pequeños que somos en este mundo y lo absurdas que son a menudo nuestras preocupaciones. Cuando estás a 4000 metros de altura, con un sol que no da tregua, sin sombras, con el agua justa y necesaria, y sin nada más, te das cuenta de lo simple que puede ser la vida y lo complicada que la hacemos. Y resulta increíble que en estos parajes haya vida. Nos cruzamos con vicuñas, unos camélidos salvajes parecidos a las llamas, que viven a más de 3.500 metros y cuyo pelaje se cotiza mucho, aunque afortunadamente en Chile están protegidas. También vimos algunas lagunas y salares que se forman por las aguas subterráneas que vienen de los Andes, y en nuestro destino final, el salar de Tara, un habitat natural de flamencos. Fue simplemente precioso. Y en aquel entorno de documental donde estábamos prácticamente solos tomamos nuestro almuerzo preparado por Enrique. ¡Qué más se podía pedir! El cielo en la Tierra...

De camino de vuelta también vimos vicuñas y otras formaciones rocosas, una de ellas bautizada como la de Neruda, porque la silueta recuerda al escritor.

Cruzando el desierto de Atacama

Formaciones rocosas

Los Guardianes

Salar de Tara

Por la tarde descansamos y por la noche, a las 8, hicimos el tour astronómico, que nos encantó. El astrónomo francés Allan, que fue nuestro guía nos explicó muchas cosas sobre estrellas, planetas, constelaciones... y de una manera muy simpática y entretenida. Mientras explicaba, apuntaba al cielo lleno de estrellas con un puntero que parecía tocar la estrella, una pasada. Y después de la explicación pudimos observar con los telescopios nebulosas, galaxias, estrellas y Marte, Júpiter y Saturno.

Salar de Tara

El lunes hicimos la excursión de las lagunas altiplánicas. La primera parada fue en el Salar de Atacama, que está llenos de rocas de sal, y donde viven varias colonias de flamencos. Después fuimos a la Laguna Miscanti y la Laguna Miñiques, unos lagos rodeados de volcanes y desierto, precioso. Parece mentira que puedas encontrar sitios así en mitad del desierto. 

Salar de Atacama

Con rocas de sal

Flamencos en el Salar de Atacama
Salar de Atacama

Laguna Miscanti

Laguna Miñiques
Por la tarde hicimos el tour de la laguna Cejar. Tuvimos la suerte de ser un grupo pequeño, así que nuestro conductor, que era muy peculiar, y Enrique decidieron invertir el orden de los lugares que se visitan para evitar coincidir con las otras agencias haciendo los mismos tours. Así que empezamos con la Laguna Tebinquinche en el Salar de Atacama, que es un lugar increíble. Por una parte tienes el suelo blanco de sal que se pierde con la vista, y en algunas partes todavía queda agua de un color turquesa, que junto al blanco parece todavía más intenso. Y esa misma agua, quieta, se convierte en espejo de todo. Allí nos bañamos con nuestro guía-amigo Enrique, quien se convirtió en nuestro fotógrafo particular. Fue espectacular, creo que jamás hemos estado en un sitio tan bonito. Y flotar en esa agua tan salada, parece que no tengas cuerpo... En fin, toda una experiencia.

Laguna Tebinquinche

Caminando por la sal

Salar de Laguna Tebinquinche
De ahí fuimos a los llamados Ojos del Salar, dos pozos naturales grandes, uno junto al otro, con agua algo menos salada, ideal para quitarse un poco de sal del baño anterior mientras contemplas la inmensidad del desierto y la cordillera de los Andes.

Ojos del Salar

Bañito en los Ojos del Salar


Y por último la laguna Cejar y su compañera, donde empiezan todos los tours y donde terminó el nuestro, con otro baño flotante, esta vez ya con algo de frío porque se aproximaba el atardecer. Sin embargo, la emoción de estar en un lugar tan bello hacía que el frío fuera lo menos importante. Y allí, en otro paraje de ensueño, vimos el atardecer tomando un pisco sour (un aperitivo típico chileno, muy rico) que con mucho cariño preparó nuestro Enrique.

Flotando en Laguna Cejar
Pisco Sour con nuestro amigo Enrique

El lunes fue nuestro último día en el paraíso. Nos levantamos a las 3.30 de la mañana para hacer el tour de los Geysers del Tatio, el que se suele dejar para el final porque es en el que se asciende a más altura, y en el que más frío se pasa. Llegamos al parque de los geysers sobre las 6, y nuestro guía (esta vez no fue Enrique sino Eric, un chico nativo de los Andes) preparó nuestro desayuno, que tomamos todavía de noche y a unos -10 grados. ¡Un frío terrible! Y lo mejor, que calentaron la leche con su brick y todo en un geyser. Una risa. Cuando empezó a haber algo más de luz comenzamos nuestra visita por los geysers. No fue muy sorprendente ver geysers porque ya los habíamos visto antes en Nueva Zelanda, pero lo hermoso de este lugar (¡y lo peligroso!) era que no había restricciones, y se perdía la vista en un sinfín de fumarolas, hervideros y fuentes de agua a 100 grados. Y al final del recorrido, antes de que se viera brillar el sol, y solo para los más valientes (como uno que veréis abajo), un baño en una poza con agua a 28 grados y con -10 de temperatura exterior, ¡pero solo si eres capaz de quedarte en bañador! 

Desayuno en el campo de geysers a -10 grados y 4.320 metros de altura

Geysers del Tatio

Con las fumarolas de fondo

¡Me quemo! (¡más bien me hielo!)

El valiente a -10 y +28

De vuelta al pueblo pudimos ver bastante vida salvaje: vicuñas, zorros del desierto y una especie de conejo de los Andes. También paramos en un pueblo llamado Machuca, donde crían llamas y pudimos degustar esta carne tan especial. Es un pueblo en mitad del desierto donde viven unas 10 familias, algo increíble por la dureza del desierto.
Brocheta de carne de llama en Machuca

Llamas

Ya en nuestro hostel en San Pedro, nos preparamos para dejar este maravilloso lugar y tomar nuestro vuelo de vuelta a Santiago desde Calama. Nos habían hablado muy bien del desierto de Atacama, pero nunca imaginamos que iba a se algo tan espectacular y tan especial. Después de la experiencia de la Isla de Pascua, Atacama nos cogió por sorpresa, una sorpresa muy grata que sin duda nos dejó una huella imborrable.

viernes, 18 de abril de 2014

Isla de Pascua, pura magia en mitad del Pacífico

Isla de Pascua, Rapa Nui (Isla grande), Te Pito o Te Henua (el ombligo del mundo, lo que creían sus habitantes), Easter Island... Se pueden dar muchos nombres para este recóndito lugar; el lugar habitado más aislado del planeta. Pero describir lo que sientes una vez que llegas y los MOAIS salen a tu paso, observas los inmensos altares donde los colocaban, o escuchas los mitos y leyendas sobre sus habitantes, te invita a reflexionar, a pensar sobre nuestro lugar en el mundo y a relativizar un poco más las cosas. Nosotros vamos a contar lo que hemos visto y sentido estos días, pero si queréis vivirlo, tendréis que venir vosotros mismos.

Muelle en Hanga Roa
Llegamos el jueves después de 5 horas de vuelo (hay 2 horas de diferencia con el continente) y nos llevaron al hostel. Dimos una vuelta por Hanga Roa (la ciudad) y nos informamos en todas las agencias de los tours y los precios. Por la tarde fuimos a ver el atardecer en Ahu Tahai, los moais que están más cerca del pueblo. La vista a contraluz de los 5 moais con el sol al fondo formaba un efecto muy bonito.

Atardecer en Ahu Tahai, Hanga Roa
Al día siguiente hicimos una caminata a Orongo, el poblado ceremonial más importante de la isla. En el camino vimos una cueva con petroglifos y el cráter del volcán Rano Kau. 

Volcán Ranu Kau, camino a Orongo
Ya en el poblado, vimos las casas donde habitaban los isleños en el último periodo antes de la llegada del hombre blanco, y descubrir horrorizados el gran expolio que principalmente hicieron los ingleses, ¡Que incluso robaron un moai!

En este lugar realizaban la competición del hombre pájaro, para determinar el rey de la tribu cada año. En total caminamos unas 4 horas ida y vuelta con un sol abrasador a ratos, combinada con un agradable viento.
Por la noche celebramos nuestra llegada a la isla con una cena. Pedimos ceviche de atún, carpaccio y pescado local. Riquísimo.

El sábado alquilamos una moto, pero no sin dificultades. Aquí en Chile para alquilar moto tiene que venir especificado que puedes llevar moto, así que ningún rent a car nos alquilaba. Al final, el dueño del hostel nos "alquiló" la suya. Sin contrato, sin papeles, sin el permiso de conducir...

Motorizado en Rapa Nui
Tras una toma de contacto con la moto (ninguno de los dos habíamos llevado una antes), fuimos a Anakena, la única playa de la isla, con una arena blanca, unas palmeras traidas de Tahiti y unos moais impresionantes en plena playa.

Anakena, la playa
Los moais con los pukaos, Anakena
Estuvimos unas 2 horas y después fuimos al Ahu Akivi, donde vimos los 7 únicos moais que están en dirección al mar. Vamos con un poquito de historia y vocabulario ;) Ahu es la plataforma donde se ubican los moais (estatuas), que representan antiguos reyes, que observaban a los isleños y les protegían.

Ahu Akivi, gracias a los japos
Concretamente estos 7 miran en dirección al solsticio de verano. Antes de eso fuimos a Puna Pau, el lugar donde hacían los pukaos (sombreros, tocados con plumas o moño recogido de los moais), que son de un color rojizo. También recorrimos una cueva cercana, y regresamos por la tarde a Hanga Roa.

El domingo fuimos a ver el amanecer a Ahu Tongariki, aunque un error de cálculo en las horas hizo que llegáramos justo cuando el sol acababa de salir. Aún así, fue impresionante ver a estos 15 moais juntos de espaldas al mar al abrir el día. Es uno de los sitios más impresionantes de la isla.

Uno más
A las 9 estábamos ya en la iglesia para ver una misa local. No tiene mucho de especial porque son católicos, pero hay elementos de la cultura indígena entremezclados, como los cantos en rapa nui y los collares de flores del sacerdote y otros miembros de la comunidad; al menos, curioso de ver.

Nuestra siguiente excursión motorizada fue a Vinapu, cerca de la ciudad. Creíamos que íbamos a ver algunos moais, pero están todos en el suelo. 

En general, es una pena que no restauren más moais, poniendo como excusa el valor histórico y cultural, cuando en realidad es una cuestión económica. Si fuera por el valor histórico, lucharían por las tablillas, grabados, utensilios y moais robados. De hecho, la única restauración la llevaron a cabo los japoneses hace casi 20 años. Además, si tienes en cuenta el precio desorbitado que pagas por la entrada al parque (60 dólares), da bastante rabia que no inviertan más en conservación y recuperación, y en paneles informativos, que a penas hay.

De Vinapu fuimos a los pies del Terevaka, el volcán más alto de la isla (600m), con unas bonitas vistas de toda la isla. Nos costó una hora y media de ascenso suave pero prolongado, con tormenta tropical incluida.
El lunes nos lo tomamos con calma, y paseamos por los alrededores de Hanga Roa, donde se pueden ver unas cuevas. Una de ellas es especialmente bonita, porque tiene 2 ventanas abiertas al mar que puedes observar a la vez. Tras casi 1 hora buscándolas, encontramos el agujero minúsculo y angosto por donde se accede, teniendo que usar el frontal para ver algo.

Cueva de las dos ventanas
Nuestro último día, el martes, fue el mejor. Hicimos un tour que nos llevó a los lugares más significativos, y conociendo la historia, motivos, evolución y fin de la cultura Rapa Nui.

Volvimos a Ahu Tongariki y después fuimos a Rano Raraku, la cantera de los moais. Es el lugar más especial de la isla. En toda la ladera del volcán se ven los moais en sus diferentes fases de construcción, desde el inicio, cuando empezaban a esculpirlos en la propia roca, hasta el final, cuando tallaban los detalles de la cara. De nuevo, es una lástima que la conservación sea penosa. La guía explicó que algunos los dejaban enterrar por la erosión de la tierra, y otros los habían enterrado deliberadamente para supuestamente preservarlos.

La cantera, Ranu Raraku
Dicho esto, ver los moais cara a cara (nunca mejor dicho), y sentirte observado por esos rostros con facciones rectas y vastas, representando viejos reyes de Rapa Nui, es algo difícil de explicar y comprender si no estás ahí. El entorno es de otra dimensión, con cabezas semienterradas que parecen van a salir en cualquier momento, o van a hablarte y desvelar la enigmática historia que la isla esconde.

Cara a cara

Emblemático en la cantera

















La última parada fue la playa de Anakena, donde ya habíamos estado, ¡y menos mal! porque solo estuvo despejado el tiempo justo para darnos un bañito.

Por la noche, para celebrar nuestra estancia, nos tomamos unos cócteles a orillas del Pacífico.

Anakena con el último moai
Con cócteles de despedida
En definitiva, han sido unos días muy especiales en un lugar incomparable; un viaje dentro del viaje, donde nos hemos podido relajar y descansar por unos días del ritmo frenético del resto de nuestra aventura. No olvidaremos estos 6 días nunca, y podemos decir que no solo hemos pasado por la isla, sino que la isla ha también ha pasado por nosotros. 

miércoles, 9 de abril de 2014

Celebramos dos meses de miles de kilómetros

¡Hoy hacemos dos meses de viaje! Este es el recorrido que hemos hecho hasta ahora. Podéis hacer click en el link y acercaros en el mapa para ver las ciudades. Han sido dos meses de experiencias intensas e inolvidables, miles de kilómetros en avión, barco, bus y a dedo, paisajes de postal que quitan el aliento y gente muy especial con la que hemos compartido nuestra aventura.



Mañana salimos rumbo a la Isla de Pascua, uno de los sitios más especiales que vamos a visitar en estos 6 meses. No hay mejor manera para celebrar que ya se cumplió un tercio de nuestro sueño en sudamérica.

martes, 8 de abril de 2014

Pucón y Santiago de Chile

La llegada a Pucón fue un poco antes de lo esperado. En San Martín de los Andes (Argentina), hacía un tiempo horrible, con mucha lluvia y frío. Además, al ser temporada baja, no hay colectivos y está todo armado para que tengas que morir en los tours. Así que llegamos el sábado por la tarde y huimos hacia Pucón el lunes a las 5 de la mañana. El paso de la frontera a las 8.30 de la mañana en alta montaña y nevando fue inolvidable.

Paso internacional entre San Martín de los Andes y Pucón
A la llegada a Pucón bajo la incesante lluvia nos ofrecieron varios alojamientos, y una señora nos llevó en coche a su hospedaje y nos hizo buen precio, por lo que nos quedamos. Este pueblo, que está a orillas de un lago, y con la imponente vista del volcán Villarrica, es el destino turístico por excelencia en verano, y ofrece infinidad de actividades para hacer. El martes fuimos en colectivo al lago Villarrica y a los ojos del Caburgua, que son unas cascadas pequeñas del río. Por la tarde fuimos a las termas Los Pozones, donde nos relajamos durante 3 horas en varias pozas a distintas temperaturas.

El miércoles tuvimos un día tranqui, como dicen por acá. Paseamos por Pucón, comimos unos bocatas en la playa y nos tomamos un kuchen (tarta alemana) en la chocolatería Cassis.
Lago Caburgua, alrededores de Pucón

El jueves fue el gran día. Hicimos la escalada al VOLCÁN VILLARRICA, de casi 3000 m. de altitud. A las 6.30 de la mañana arrancábamos con la preparación de todo el equipo en la oficina. A las 8 comenzamos a caminar, con la vista en el horizonte de la cumbre del volcán. El grupo era reducido, 8 personas, pero con 4 israelitas, que ralentizan mucho cualquier actividad y son bastante particulares (pequeño inciso sobre los israelitas: tras 2-3 años de servicio militar obligatorio, el estado les da un dinero que muchos utilizan para viajar. Suelen hacerlo en grupos y tienen entre 21-25 años. Algunos son muy irrespetuosos y maleducados, y en general tanto en Chile como en Argentina están muy cansados de ellos. Pero no todos son así, obvio).

Contamos todo esto porque al principio nos llamó la atención que hubiera tantos, y después que les tengan tanto odio, sobre todo en Chile. Pero bueno, sigamos.
Vistas llegando a la cima del volcán Villarrica

Panorámica del valle con las nubes a nuestros pies
Tras dividir el grupo, y dejar a los israelitas atrás, el guía le metió caña y viendo que respondíamos, llevó un ritmo alto hasta la cumbre. En medio, utilizamos los crampones y caminamos la mayor parte del tiempo sobre la nieve, maravillándonos en cada parada con la inmensidad que dejamos a nuestra espalda. Tras 5 horas, culminamos el ascenso y llegamos al cráter del volcán, que está activo. Las vistas, con un manto de nubes a nuestros pies, solo traspasados por otros volcanes nevados, eran sobrecogedoras.
Coronando la cumbre con el cráter humeante
Cumbre a 3000 m. de altitud
3 horas con los crampones para caminar por la nieve

Salto al abismo

La bajada fue súper divertida. Con una pala de plástico nos íbamos deslizando por las laderas del volcán, utilizando el piolet para frenar, porque se cogía bastante velocidad.

¡Hasta allá arriba subimos!
Ese mismo día, a las 21.20, salimos en bus hacia Santiago, para llegar a las 7.30 y sufrir la experiencia del metro de Santiago. Era hora punta, y tuvimos que dejar pasar 3 metros antes de hacernos a la idea de que había que arrollar a la gente, empujar y hacerte hueco de cualquier forma para subir. Mauri nos recogió y en su casa tomamos un rico desayuno. Por la tarde quedamos con nuestro couch, Arthuro, de Colombia, que vive con su novia Lina en un apartamentito muy chévere en el centro ;)

El sábado comimos CHORRILLANA, un plato que consiste en papas fritas con huevo frito, cebolla, salchicha y carne, muy light como veis...Por la tarde subimos con Arthuro a la terraza del edificio (un 23) y nos tomamos una botella de vino comparando vocabulario chileno, colombiano y español, ¡Qué risa!

Chorrillana: papas y huevos fritos, carne, longaniza y cebolla
Con nuestros couch Lina y Arthuro
Por la noche fuimos a La Piojera, un clásico de Santiago donde se toma TERREMOTO, que es helado de piña, granadina y vino pipeño. El sitio es un antro, pero merece una visita. Después fuimos a la zona de Brasil, donde nos tomamos unos completos gigantes. Los completos son los perritos calientes, que son muy populares, y los sirven con palta (aguacate). El lenguaje y el hablar de los chilenos es muy peculiar, porque se comen sílabas y tienen palabras que solo se usan aquí. Nos lo pasamos genial y nos reímos mucho con Arthuro y Lina. Otra vez hemos tenido mucha suerte con nuestros anfitriones.
En La Piojera entre terremotos 
El domingo fuimos a pasar el día con Manuel y Mauri a Valparaíso, a 2 horas de Santiago. Visitamos la casa de Pablo Neruda y nos encantó su historia y su encanto, con unas vistas increíbles de todo Valparaíso. Paseamos también por el casco antiguo, subimos a otros cerros y contemplamos el arte urbano de sus calles. Aunque para ser sinceros nos esperábamos una ciudad más cultural y artística y menos sucia.


Valparaíso
Arte urbano en Valparaíso