Después de un par de días de descanso en Santiago, el viernes cogimos un vuelo hacia Calama, en el norte, donde luego cogimos un bus que tardó una hora y media en llegar a San Pedro de Atacama, en mitad del desierto.
Llegamos ya de noche, pero aún a pesar de la poca luz que iluminaba las cuatro calles de San Pedro, su encanto nos atrapó. Casas bajas de adobe y paja, calles de tierra, montones de agencias de tours entre restaurantes acogedores, y dada la fecha, celebraciones de semana santa. Todo ello apenas alumbrado por unas pocas farolas y un cielo estrellado como nunca habíamos visto.
En San Pedro hay 4 sitios que no puedes dejar de visitar si estás aquí: el Valle de la Luna, las lagunas altiplánicas, la laguna Cejar y los geysers del Tatio. Hay miles de agencias que ofrecen estos tours y hacen descuento si coges el paquete con los cuatro. También puedes alquilar un coche y hacerlos por tu cuenta, pero tiene que ser 4x4 y algunas carreteras están bastante mal y con pocas indicaciones. Así que hicimos los tours 'imperdibles' (como dicen aquí) y añadimos dos más: el salar de Tara (por recomendación de los brasileños que conocimos haciendo dedo en El Calafate) y el tour astronómico.
El primer día, el sábado, dimos un paseo por el pueblo y empezamos a intentar aclimatarnos a la altura. San Pedro está a unos 2.400 metros de altura, pero en los tours se llega hasta 4.800 m. Si no estás aclimatado, lo puedes pasar muy mal, con dolores de cabeza y vómitos. Pero nosotros hicimos caso a las recomendaciones y no nos separamos de nuestra botellita con mate de coca, que es un vasodilatador y ayuda a evitar el mal de altura. Y nos fue muy bien. Por la tarde hicimos el tour del Valle de la Luna, donde visitas una zona desértica con cuevas muy largas y angostas, algunas dunas, las famosas Tres Marías (unas formaciones rocosas que supuestamente asemejan a la virgen) y por último el Valle de la Muerte, y la puesta de sol. El paisaje es impresionante por su inmensidad pero al ser semana santa lamentablemente había demasiada gente.
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En el Valle de la Luna, con las Tres Marías |
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El Valle de La Luna |
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El Valle de La Luna |
Dada nuestra apretada agenda, el sábado por la noche era la única noche que teníamos más libre, porque al día siguiente no madrugábamos demasiado, así que no pudimos resistirnos al ambiente de San Pedro y salimos a cenar a uno de sus acogedores bares. ¡Y la verdad no nos defraudó!
El domingo a las 7 de la mañana salíamos hacia el salar de Tara con un grupo pequeño en un 4x4 y un guía que después tendríamos la suerte de volver a encontrar en otros tours, Enrique. Tras una hora de camino pedregoso paramos a desayunar en mitad del desierto. Hacía frío, unos -5 grados, pero lo aguantamos bastante bien. Ya con fuerzas fuimos a ver las formaciones rocosas que hay en mitad del desierto, entre ellas las llamadas Los Guardianes. Cruzamos el desierto solos, por el altiplano de los Andes, sin carretera marcada, sin nada. Solo nosotros en la inmensidad del desierto y los Andes de telón de fondo. Fue toda una experiencia que te recuerda lo pequeños que somos en este mundo y lo absurdas que son a menudo nuestras preocupaciones. Cuando estás a 4000 metros de altura, con un sol que no da tregua, sin sombras, con el agua justa y necesaria, y sin nada más, te das cuenta de lo simple que puede ser la vida y lo complicada que la hacemos. Y resulta increíble que en estos parajes haya vida. Nos cruzamos con vicuñas, unos camélidos salvajes parecidos a las llamas, que viven a más de 3.500 metros y cuyo pelaje se cotiza mucho, aunque afortunadamente en Chile están protegidas. También vimos algunas lagunas y salares que se forman por las aguas subterráneas que vienen de los Andes, y en nuestro destino final, el salar de Tara, un habitat natural de flamencos. Fue simplemente precioso. Y en aquel entorno de documental donde estábamos prácticamente solos tomamos nuestro almuerzo preparado por Enrique. ¡Qué más se podía pedir! El cielo en la Tierra...
De camino de vuelta también vimos vicuñas y otras formaciones rocosas, una de ellas bautizada como la de Neruda, porque la silueta recuerda al escritor.
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Cruzando el desierto de Atacama |
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Formaciones rocosas |
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Los Guardianes |
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Salar de Tara |
Por la tarde descansamos y por la noche, a las 8, hicimos el tour astronómico, que nos encantó. El astrónomo francés Allan, que fue nuestro guía nos explicó muchas cosas sobre estrellas, planetas, constelaciones... y de una manera muy simpática y entretenida. Mientras explicaba, apuntaba al cielo lleno de estrellas con un puntero que parecía tocar la estrella, una pasada. Y después de la explicación pudimos observar con los telescopios nebulosas, galaxias, estrellas y Marte, Júpiter y Saturno.
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Salar de Tara |
El lunes hicimos la excursión de las lagunas altiplánicas. La primera parada fue en el Salar de Atacama, que está llenos de rocas de sal, y donde viven varias colonias de flamencos. Después fuimos a la Laguna Miscanti y la Laguna Miñiques, unos lagos rodeados de volcanes y desierto, precioso. Parece mentira que puedas encontrar sitios así en mitad del desierto.
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Salar de Atacama |
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Con rocas de sal |
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Flamencos en el Salar de Atacama |
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Salar de Atacama |
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Laguna Miscanti |
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Laguna Miñiques |
Por la tarde hicimos el tour de la laguna Cejar. Tuvimos la suerte de ser un grupo pequeño, así que nuestro conductor, que era muy peculiar, y Enrique decidieron invertir el orden de los lugares que se visitan para evitar coincidir con las otras agencias haciendo los mismos tours. Así que empezamos con la Laguna Tebinquinche en el Salar de Atacama, que es un lugar increíble. Por una parte tienes el suelo blanco de sal que se pierde con la vista, y en algunas partes todavía queda agua de un color turquesa, que junto al blanco parece todavía más intenso. Y esa misma agua, quieta, se convierte en espejo de todo. Allí nos bañamos con nuestro guía-amigo Enrique, quien se convirtió en nuestro fotógrafo particular. Fue espectacular, creo que jamás hemos estado en un sitio tan bonito. Y flotar en esa agua tan salada, parece que no tengas cuerpo... En fin, toda una experiencia.
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Laguna Tebinquinche |
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Caminando por la sal |
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Salar de Laguna Tebinquinche |
De ahí fuimos a los llamados Ojos del Salar, dos pozos naturales grandes, uno junto al otro, con agua algo menos salada, ideal para quitarse un poco de sal del baño anterior mientras contemplas la inmensidad del desierto y la cordillera de los Andes.
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Ojos del Salar |
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Bañito en los Ojos del Salar |
Y por último la laguna Cejar y su compañera, donde empiezan todos los tours y donde terminó el nuestro, con otro baño flotante, esta vez ya con algo de frío porque se aproximaba el atardecer. Sin embargo, la emoción de estar en un lugar tan bello hacía que el frío fuera lo menos importante. Y allí, en otro paraje de ensueño, vimos el atardecer tomando un pisco sour (un aperitivo típico chileno, muy rico) que con mucho cariño preparó nuestro Enrique.
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Flotando en Laguna Cejar |
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Pisco Sour con nuestro amigo Enrique |
El lunes fue nuestro último día en el paraíso. Nos levantamos a las 3.30 de la mañana para hacer el tour de los Geysers del Tatio, el que se suele dejar para el final porque es en el que se asciende a más altura, y en el que más frío se pasa. Llegamos al parque de los geysers sobre las 6, y nuestro guía (esta vez no fue Enrique sino Eric, un chico nativo de los Andes) preparó nuestro desayuno, que tomamos todavía de noche y a unos -10 grados. ¡Un frío terrible! Y lo mejor, que calentaron la leche con su brick y todo en un geyser. Una risa. Cuando empezó a haber algo más de luz comenzamos nuestra visita por los geysers. No fue muy sorprendente ver geysers porque ya los habíamos visto antes en Nueva Zelanda, pero lo hermoso de este lugar (¡y lo peligroso!) era que no había restricciones, y se perdía la vista en un sinfín de fumarolas, hervideros y fuentes de agua a 100 grados. Y al final del recorrido, antes de que se viera brillar el sol, y solo para los más valientes (como uno que veréis abajo), un baño en una poza con agua a 28 grados y con -10 de temperatura exterior, ¡pero solo si eres capaz de quedarte en bañador!
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Desayuno en el campo de geysers a -10 grados y 4.320 metros de altura |
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Geysers del Tatio |
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Con las fumarolas de fondo |
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¡Me quemo! (¡más bien me hielo!) |
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El valiente a -10 y +28 |
De vuelta al pueblo pudimos ver bastante vida salvaje: vicuñas, zorros del desierto y una especie de conejo de los Andes. También paramos en un pueblo llamado Machuca, donde crían llamas y pudimos degustar esta carne tan especial. Es un pueblo en mitad del desierto donde viven unas 10 familias, algo increíble por la dureza del desierto.
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Brocheta de carne de llama en Machuca |
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Llamas |
Ya en nuestro hostel en San Pedro, nos preparamos para dejar este maravilloso lugar y tomar nuestro vuelo de vuelta a Santiago desde Calama. Nos habían hablado muy bien del desierto de Atacama, pero nunca imaginamos que iba a se algo tan espectacular y tan especial. Después de la experiencia de la Isla de Pascua, Atacama nos cogió por sorpresa, una sorpresa muy grata que sin duda nos dejó una huella imborrable.